
Pero, centrémonos en los azúcares.
Hay que diferenciar entre el azúcar la materia blanca y marrón, que las
industrias extraen a partir de la caña o la remolacha y lo que habitualmente
denominamos los azúcares –aquellas moléculas formadas por unidades de glucosa
y/o fructuosa que hay en los alimentos, por ejemplo la fructuosa, en la fruta,
la lactosa, en la leche o el almidón en las patatas y cereales.
El azúcar blanco tiene mala prensa
desde hace bastante tiempo y sus sustitutos industriales no la tienen mejor
reputación. El azúcar moreno o de caño en ocasiones es falsificado y los
siropes de savia y otros aditivos no siempre son lo que deberían ser. La verdad
es que la lectura del etiquetado de estos productos puede darnos algunas
sorpresas.
Pero ¿qué pasa con los productos que
están fabricados a base de stevia? Pues que sorprendentemente, en muchos casos,
pueden contener cantidades pasmosamente bajas de stevia. Algunos nutricionistas
expertos señalan que hay poca experiencia sobre el resultado, supuestamente
saludable, por ser un producto todavía muy nuevo en el mercado.
Existe el riesgo de utilizar en
exceso este edulcorante, creyendo que es saludable, y ultrapasar todos los
límites.
Ante esta situación, la única recomendación
razonable es la de no consumir ningún tipo de azúcar puesto que no son
necesarios para nuestra correcta nutrición. Para desengancharse, la stevia,
consumida directamente en hojas, no procesadas industrialmente ha demostrado su
funcionalidad. Pero, ¡sorpresa! La stevia se considera
una planta ornamental, por lo que no se encuentra en las tiendas como alimento
sin procesar.
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