Desde
su nacimiento (sietemesino) y hasta los cuatro años estuvo hospitalizado de forma
intermitente por problemas digestivos y respiratorios, de los que no se encontró
la causa.
Estaba
considerado oficialmente como afectado de TDAH (Trastorno de Déficit de
Atención con Hiperactividad) con cuadros convulsivos ocasionales.
Presentaba
una inteligencia y curiosidad por encima de la media, quería comprenderlo todo
y pedía que se le explicasen las cosas. En casa se le trataba aplicando un
sistema estricto de castigo-recompensa que él encontraba injusto, rebelándose cuando
se le obligaba a obedecer “porque sí”.
Antes
de empezar se le explicó claramente en que consistiría el tratamiento usando
diversos modelos anatómicos. Comprendió las explicaciones e hizo preguntas
pertinentes, estaba encantado de aprender cosas nuevas.
No presentó
ninguna resistencia, se mostró colaborador, confiado e incluso ilusionado.
Cuando
le practicábamos determinadas maniobras, como la descompresión Occipital-Atlas
o la de los Huesos Temporales, el niño experimentaba una gran sensación de
alivio.
A
partir de la 4ª sesión ya se notaron cambios claros en su actitud. Se mostraba
más reflexivo y menos explosivo en sus reacciones.
Después
de la 12ª sesión su profesora ya le consideraba un alumno normal, trabajador y
responsable. No reincidió en los problemas de relación con sus compañeros ni en
su actitud violenta.
La
evolución del caso ha podido ser contrastada día a día a través de sus educadores
con los que hemos estado siempre en contacto.
Eran
aconsejables más sesiones para consolidar esos cambios, además él deseaba
continuar, pero su familia cambió su residencia a otra ciudad y no fue posible.
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