Todos hemos oído hablar del
"bullyng" o acoso escolar en el que unos alumnos hacen la vida
imposible a otros alumnos a través de excluirlos del grupo social líder o de la
élite de la clase. Esto no sólo esto ha pasado siempre sino que continúa
pasando especialmente fuera del círculo educativo donde se ha querido confinar
el fenómeno. También puede existir "bullyng" entre los adultos,
dentro de la empresa, entre los vecinos del barrio o dentro de la familia. Se
puede producir entre los mismos maestros y también de maestro a alumno y de
grupo de alumnos al maestro.
Esto se hace de muchas maneras:
ridiculizando, agrediendo o intimidando a las víctimas, a nivel personal, de
grupo o político, cristianos hacia judíos, por ejemplo, o el caso de los
ciudadanos negros de los USA a los que no se permitía acceder a la universidad
ni siquiera a una educación básica de calidad, por lo que siempre resultaban
ser más ignorantes que los blancos.
De mayores ya hemos asumido el
rol social que nos corresponde y lo encontramos normal. Nos etiquetamos a
nosotros mismos como trabajadores, clase alta o media, intelectuales o
simplemente ricos o pobres. Los niños pequeños en cambio, no tienen conciencia
de ello y cuando son víctimas se sienten maltratados y abusados y pueden
reaccionar deprimiéndose, mostrando sumisión al grupo dominante, rebelándose o
imitando a los abusadores buscando sus propias víctimas.
En el caso frecuente de que nadie
haga caso de sus quejas, porque los adultos lo encuentran normal, terminan
aislándose de su entorno social y, de mayores, buscan su encaje en otros grupos
minoritarios.
En resumen, se trata del viejo
tema de pertenecer a unas élites socialmente superiores y marginar otros grupos
sociales, porque para sentirse superior es necesario que haya alguien debajo.
Lo que se llama clases sociales de toda la vida. La propia sociedad humana ha
sido siempre así y los niños simplemente imitan la situación de los adultos.
Los intentos de erradicarlo del profesorado son loables y realmente
imprescindibles para excluir un comportamiento indeseable, pero habrá que ir
pensando en erradicarlo primero de cada uno de nosotros y después de toda la
sociedad, si queremos que esto funcione.
Yo también he sufrido diferentes
niveles de acoso. En el trabajo por ser mujer y ocupar cargos directivos o
entre hermanos para obtener trato de favor de los padres. Todos hemos sufrido o
practicado acoso social, de mayor o menor intensidad, en algún momento de
nuestra vida. Esto deja señales permanentes en forma de sentimientos,
pensamientos o conductas compulsivas que no siempre somos capaces de identificar
ni controlar.
Según mi experiencia, unas
sesiones de Terapia Craneosacral funcionan muy bien, haciendo aflorar las
situaciones que han originado nuestra conducta y ayudándonos a tomar el control
de nuestras actitudes.
Isabel Mulero
Fundadora de Koré
Fundadora de Koré
No hay comentarios :
Publicar un comentario